CUENTO NOVIEMBRE 2017

3.12.17

LA ESPADA ENCANTADA (El Origen)

* Este es un cuento original de El Timón Alado

Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo; tanto que ni los más viejos de entre los viejos podrían recordar, cuando los bosques frondosos cubrían la actual Antártida millones de años atrás, ocurrió que dos niños que habitaban en una de las escasas aldeas que por aquellos lugares había, se extraviaron.

Los niños se llamaban Gonzo y Lucy.

Se habían perdido buscando un tesoro. Un par de días atrás se encontraron con un mapa que había sido enterrado en las cercanías de la desembocadura del río, muy cerca del Valle de los Pingüinos.

En el mapa se señalaba una especie de cueva y en su interior se marcaba una X junto a la palabra TESORO.

Por supuesto, decidieron inmediatamente salir en su busca.

Con la emoción del hallazgo no cayeron en la cuenta de que ninguno de ellos sabía interpretar las señales que iba marcando el mapa, con lo que al cabo de un par de horas de iniciar su aventura, vieron que eran incapaces de reconocer dónde estaban. Se quedaron helados -nunca mejor dicho, porque en la Antártida, incluso entonces, hacía un frío de narices-

-¡Nos hemos perdido!- exclamaron al unísono...

El mapa había sido elaborado por un gnomo, utilizando los códigos y señales para los propios gnomos, no para los humanos. No lo comprendían.

Se acercaron a un precioso manantial, que brotaba con viveza muy cerca del río y bebieron con ganas. Estaban sedientos.

Fue entonces, cuando al retirarse hacia un angosto sendero que nacía detrás de unas rocas recubiertas de un musgo brillante, se toparon con un ser muy especial.

Apareció ante los ojos asombrados y curiosos de los niños un pequeño gnomo que dijo llamarse Girdoeali.

Girdoeali, por suerte no resultó ser uno de esos gnomos gruñones y malhumorados que espantaban a las gentes con sus malos modales. Por contra, este pequeño ser era de lo más simpático y cordial, de modo que con espíritu servicial se dispuso de inmediato a ayudar a Gonzo y Lucy.

Siguiendo los códigos y señales interpretados por Girdoeali, quien daba instrucciones muy precisas, pudieron sortear innumerables trampas y llegar hasta una enorme piedra que recordaba la figura de un mono. Justo allí, bajo aquella roca inmensa se abría un oscuro túnel.

Girdoeali les dijo entonces que él no podía acompañarles. Tenía fobia a la oscuridad, y en especial a las grutas, cavernas y túneles de cualquier tamaño. Toda su valentía y arrojo durante el día, desaparecía cuando se hallaba entre tinieblas.

Ello se debía a una experiencia traumática de su primera infancia, cuando al ir a visitar a su tío Pantoeali, por error, se introdujo en la cueva del Dragón Negro. Al llegar al antro principal de aquella caverna, iluminada apenas por las brasas de las narices del dragón, en lugar de encontrarse con su tío se topetó con aquella figura monstruosa. El susto que se llevó fue tan morrocotudo que aún ahora, después de trescientos cincuenta y cinco años, a Girdoeali le tiemblan las piernas con sólo recordarlo.

De modo que los niños tuvieron que continuar solos. De todos modos, supuestamente, aquél era el punto de destino. Justo en la Cueva del Mono el mapa tenía marcada la misteriosa X. El tesoro, debía hallarse pues en su interior.

Así que Gonzo y Lucy se despidieron de Girdoeali con un fuerte abrazo, no sin antes agradecerle su valiosa ayuda y se adentraron en la gruta acompañados de una pequeña antorcha que alumbraba lo necesario para vislumbrar entre las sombras las señales pintadas en las paredes del túnel.

Siguieron las flechas multicolores y finalmente se encontraron en una gran sala decorada con signos de interrogación de colores que colgaban de la bóveda.

Al fondo de la sala, sobre unos enormes portalones de mármol pulido, un gran letrero podía leerse:

SÓLO SI TRES VECES ACIERTAS, SE TE ABRIRÁN LAS PUERTAS”

Al aproximarse los dos niños hacia allí, de repente apareció ante ellos como por arte de magia una esbelta figura de aspecto jovial que vestía con una túnica vaporosa de aspecto casi metálico repleta de estrellas doradas.

El extraño personaje se acercó y dijo ser el Mago Nilrem, Sumo Sacerdote Intraterreno del Sur.

Dijo que aquél que diera la respuesta correcta a los tres acertijos se haría merecedor del Tesoro, al tiempo que lo liberaría a él de una maldición que le impedía ir más allá del tiempo y el espacio y lo forzaba a vivir encerrado en aquella Sala.

Se dispusieron pues a resolver los enigmas que el propio Nilrem les planteba:

1- “Pronto se levanta
A las doce su máxima potencia alcanza
Al atardecer se esconde tras la manta”

-¡¡¡El Sol!!!- contestó Gonzo de inmediato

2- “Cuatro patas tiene
Pero animal no es
No podrás sentarte
Si la pones al revés”

-¡¡¡La Silla!!!- dijo Lucy

3- “Soy afilada, metálica y brillante
Y nombro Caballeros a aquellos
que sus hombros me colocan delante”

Gonzo y Lucy se miraron sin comprender. No sabían nada de historias de caballeros. Y en su aldea no conocían el metal.

De repente, por una especie de chimenea que se hallaba en uno de los rincones se escuchó una voz que exclamaba:

-Excalibur, la espada encantada-

-¡¡¡Exacto!!!- gritó con alegría Nilrem.

-Para vosotros es el Gran Tesoro con la condición de que me sea devuelto en unos cuantos miles de años, cuando lo requiera para forjar el Reino en Inglaterra. A partir de ahora ya podré viajar en el tiempo y el espacio y por fin podré invertir mi nombre. Por fin me podrán llamar por mi verdadero nombre: Merlín. Sí, Merlín el Encantador-

Milenios más tarde, el cofre del tesoro, repleto de joyas preciosas y monedas de oro, en un viaje lleno de aventuras que realizaron dos hermanos descendientes de Gonzalo y Lucy alcanzó las costas de Inglaterra, donde fue enterrado junto a la roca en que se clavaba la famosa Excalibur, la espada mítica del Rey Arturo. Gracias a ese tesoro se mantuvo la Corte del Rey y sus Caballeros de la Tabla Redonda.

Y colorín, colorado... La espada se ha encantado

Autores: Elías y Aurora
Facilitador: E. Glez

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