CUENTO DE JUNIO

16.7.18


* Éste es un cuento original de El Timón Alado

UNA SORPRESA GIGANTESCA

Hubo un tiempo muy lejano en que existió un vasto territorio llamado Megalandia.

Todo lo que allí había era de un tamaño enorme. Las plantas, los árboles, las piedras, los ríos… absolutamente todo era muy pero que muy grande.

Y como no podía ser de otro modo, sus habitantes eran los Gigantes.

Los Gigantes de Megalandia se caracterizaban además de su gran tamaño, por tener un solo ojo en el centro de la frente.

Un buen día, mientras paseaba por el bosque de secuoyas, el Gigante Catapum, llamado así por el estruendo que generaba cada pisada suya sobre la tierra, se encontró con un ser espantoso tan enorme como él, pero con un rostro completamente desfigurado y repleto de arrugas, un rostro realmente horrible. Ni siquiera tenía ojos.

- ¡Y yo que creía que los gigantes éramos feos… Comparados con este espécimen somos más bellos que el príncipe de Beukelaer! -exclamó Catapum haciendo retumbar el bosque con sus carcajadas.

- ¿Y vos quién narices sois? ¿Y qué narices hacéis en nuestro bosque? – contestó aquel extraño y horripilante ser.

- ¡Pues yo soy Catapum Chimpum, Rey de los Gigantes y de estas tierras; y por tanto amo y señor de este bosque! – vociferó de nuevo el Gigante.

- ¡Ja, ja, ja! -se reía con ganas aquel espantoso ser sin ojos.

- ¡Pues yo soy Ojicornio, Rey de los Monstruos, y me llaman así porque en mi frente no hay ojos, pero sí un afilado cuerno! -dijo el monstruo cornalón tocando con las puntas de sus dedos, aquel asta desafiante que apuntaba al barrigón de Catapum.

- ¡Nosotros los Monstruos llevamos milenios en este bosque y jamás habíamos topado con nadie como vos por estos andurriales! -dijo en un tono retador.

- Aunque los monstruos seamos ciegos por falta de ojos, poseemos muy buenos oídos y finísimo olfato… ¡Con estos agudos sentidos nos sobraría para detectar vuestra bravucona y pestilente presencia a la legua! – aseveró insultante Ojicornio.

Al escuchar tamaña ofensa, el gigante Catapum se abalanzó sobre el monstruo agarrándole del cuello.

Y fue en ese preciso instante cuando se percató del colgante que lucía sobre el pecho del monstruo.

-     ¡Un colgante de Corazón Sonriente!- exclamó tan sorprendido como emocionado Catapum, rompiendo a llorar de alegría.

Y entonces le contó a Ojicornio la historia que todos los Gigantes escuchaban desde pequeños y que se transmitía de generación en generación.

Hacía mucho, mucho tiempo, hubo una familia de  gigantes ciegos que se perdieron en el bosque. Eran los mejores de entre ellos, y aunque eran orgullosos, destacaban por su sabiduría, bondad y entrega.

La leyenda nos dice que si alguna vez hallamos un colgante de corazón sonriente, habremos de saber que nos traerá gran fortuna, porque perteneció en su día a uno de nuestros hermanos. Quizás al mejor de ellos.

Y así fue que Gigante y Monstruo se fundieron en un abrazo inmenso entre lágrimas de emoción.

Y esa misma noche hubo en el bosque una fiesta de celebración grande, grande… mayúscula, como no podía ser de otro modo tratándose de Megalandia.

Monstruos y Gigantes danzaban al son de los enormes tambores y trompetas.

El estruendo y la algarabía se escuchaban en los confines del mundo.

¡Qué grande es el encuentro!

¡Qué importante hallar el vínculo!

Y colorín colorado… ¡¡¡Gigantes y Monstruos por fin se han abrazado!!!