EL VALLE DE LA ALEGRÍA
SERENA
* Este es un cuento original de El Timón Alado
Hace
millones y millones de años, en una espesa jungla de un hermosísimo planeta conocido
como “Tierra Gaia” vivía un enorme dinosaurio a quien todos llamaban Emodino el Multicolor.
Le llamaban así porque según fuera el estado de ánimo del
saurio, su piel se iluminaba de un determinado color.
Además de
esto, el corazón de Emodino irradiaba
una energía que alcanzaba gran distancia a su alrededor.
Quizás esta
circunstancia fue la que atrajo hacia él a una pequeña mariposa cuyas alas eran
de múltiples tonalidades verdosas.
Y como ya
sabemos todos, las mariposas siempre llevan algún mensaje en su
vuelo. En este caso Verdecita comenzó
a revolotear alrededor de su cabeza hasta que Emodino se detuvo un tanto intrigado. Parecía querer cortarle el
paso.
De repente,
la mariposa le advirtió de que no se dirigiera hacia el norte. Emodino se enfureció porque desde
pequeño siempre había deseado acercarse un día a la Gran Montaña, que así la
llamaban los de su clan.
-Si te
acercas, te puedes quemar- le avisó la mariposa.
Emodino estaba enfadadísimo. Su cuerpo se
puso de un rojo brillante, pero no hizo caso a la mariposa verdecita y continuó
hacia el norte hasta que, cerca ya de la falda de la Gran Montaña pudo observar
que de la cima parecía salir una espesa humareda…
-¡Qué
extraño!- se dijo a sí mismo Emodino que
no salía de su asombro. Nunca había visto la montaña rodeada de humo.
De repente
comenzó a escuchar un terrible sonido de explosiones mientras la tierra
retumbaba y temblaba a sus pies.
Emodino cambió entonces de color. Pasó del
rojo del enfado a un morado intenso, ya que ahora lo que sentía era puro miedo.
Y es que aquello no era exactamente una montaña…
¡Aquello era
un volcán!... ¡Y acababa de entrar en erupción!
El susto fue
tal que en menos de una hora, nuestro querido dinosaurio recorrió más de
cincuenta kilómetros sin apenas descansar.
Finalmente,
se detuvo sin resuello cerca de un río.
Allí pudo serenarse un poco y de nuevo
comenzó a cambiar de color. Pasó del color amoratado típico del pánico a un
tono cada vez más azulado. Y es que se sentía triste por todo lo que había
dejado atrás: su hogar, su familia, sus amigos… no sabía qué habría sido de
ellos. La melancolía lo teñía de un azul intenso.
Al cabo de
un rato, Emodino se dirigió río
arriba hasta alcanzar una amplia obertura. Ante sus ojos apareció un valle de
un verde precioso que le hizo recordar a la mariposa.
Tal era la
belleza del paisaje que una leve sonrisa se dibujó en su rostro.
Entonces
divisó a lo lejos unas figuras que le resultaban familiares… Se acercó
corriendo y comprobó que eran dinosaurios de su propio clan. Debieron huir del
volcán en esta misma dirección.
-¡Qué inmensa
alegría!- exclamó Emodino tornando su
color de nuevo. Ahora se volvía de un verde radiante… era el color del valle y
de la mariposa… el color de la alegría.
Y a partir
de ese momento ya no cambió jamás de color. Sólo cuando dormía, en las
profundidades del sueño, a veces Emodino
parecía iluminarse y se podían ver en su piel todos los colores.
Seguramente
recordaba en sus sueños la emocionante aventura que había vivido el día en que
no quiso abrazar el consejo de una mariposa verdecita.
Sin embargo, cada día al
despertar comprobaba con satisfacción que el valle de la alegría serena era su nuevo hogar…
Y colorín colorado… ¡Emodino se ha iluminado!
FIN
Autores: Miguel, David, Uriel, Elías y Aurora
Facilitador: Eduardo González (
Aditya Namah)