BREVE RELATO

21.4.18


(Las palabras en negrita y cursiva se corresponden con las aportaciones de l@s niñ@s)

UN SUEÑO A CELEBRAR

Érase una vez un niño al que le encantaba la naturaleza. Por ello, un día decidió pasear por el bosque.

Elías, que así se llamaba el infante, se mostraba siempre tan confiado en aquel entorno, que al atardecer de aquel día se quedó dormido junto al río.

La noche llegó y el cielo se inundó de brillantes estrellas.

Y fue allí mismo donde tuvo un sueño especial… mágico.

Era un sueño muy vívido, como todos los sueños que acontecen en la profundidad de los bosques...

Elías soñó que era un superhéroe celebrando su sexto aniversario.

Sus súper-poderes le permitían dominar la Energía a su alrededor.

Y así pudo hacer un columpio de inmensos arcoíris. En él se columpiaba mientras era coronado con una corona hecha de flores multicolores.

Elías se sentía un auténtico rey. Era el rey de aquel Reino soñado.

Era un sueño fantástico…

Cuando despertó de nuevo en el bosque y abrió los ojos, Elías estaba rodeado de todos sus amigos y amigas.

Sonriendo de gratitud y con el corazón repleto de alegría, exclamó:

-¡Mi sueño se ha hecho realidad!-

Y colorín colorado… Elías se ha despertado.

Moraleja: “La amistad obra milagros”


CUENTO DE MARZO 2018

9.4.18


EL VALLE DE LA ALEGRÍA SERENA


* Este es un cuento original de El Timón Alado

Hace millones y millones de años, en una espesa jungla de un hermosísimo planeta conocido como “Tierra Gaia” vivía un enorme dinosaurio a quien todos llamaban Emodino el Multicolor.

Le llamaban así porque según fuera el estado de ánimo del saurio, su piel se iluminaba de un determinado color.

Además de esto, el corazón de Emodino irradiaba una energía que alcanzaba gran distancia a su alrededor.

Quizás esta circunstancia fue la que atrajo hacia él a una pequeña mariposa cuyas alas eran de múltiples tonalidades verdosas.

Y como ya sabemos todos, las mariposas siempre llevan algún mensaje en su vuelo. En este caso Verdecita comenzó a revolotear alrededor de su cabeza hasta que Emodino se detuvo un tanto intrigado. Parecía querer cortarle el paso.

De repente, la mariposa le advirtió de que no se dirigiera hacia el norte. Emodino se enfureció porque desde pequeño siempre había deseado acercarse un día a la Gran Montaña, que así la llamaban los de su clan.

-Si te acercas, te puedes quemar- le avisó la mariposa.

Emodino estaba enfadadísimo. Su cuerpo se puso de un rojo brillante, pero no hizo caso a la mariposa verdecita y continuó hacia el norte hasta que, cerca ya de la falda de la Gran Montaña pudo observar que de la cima parecía salir una espesa humareda…

-¡Qué extraño!- se dijo a sí mismo Emodino que no salía de su asombro. Nunca había visto la montaña rodeada de humo.

De repente comenzó a escuchar un terrible sonido de explosiones mientras la tierra retumbaba y temblaba a sus pies.

Emodino cambió entonces de color. Pasó del rojo del enfado a un morado intenso, ya que ahora lo que sentía era puro miedo. Y es que aquello no era exactamente una montaña…

¡Aquello era un volcán!... ¡Y acababa de entrar en erupción!

El susto fue tal que en menos de una hora, nuestro querido dinosaurio recorrió más de cincuenta kilómetros sin apenas descansar.

Finalmente, se detuvo sin resuello cerca de un río. 

Allí pudo serenarse un poco y de nuevo comenzó a cambiar de color. Pasó del color amoratado típico del pánico a un tono cada vez más azulado. Y es que se sentía triste por todo lo que había dejado atrás: su hogar, su familia, sus amigos… no sabía qué habría sido de ellos. La melancolía lo teñía de un azul intenso.

Al cabo de un rato, Emodino se dirigió río arriba hasta alcanzar una amplia obertura. Ante sus ojos apareció un valle de un verde precioso que le hizo recordar a la mariposa.

Tal era la belleza del paisaje que una leve sonrisa se dibujó en su rostro.

Entonces divisó a lo lejos unas figuras que le resultaban familiares… Se acercó corriendo y comprobó que eran dinosaurios de su propio clan. Debieron huir del volcán en esta misma dirección.

-¡Qué inmensa alegría!- exclamó Emodino tornando su color de nuevo. Ahora se volvía de un verde radiante… era el color del valle y de la mariposa… el color de la alegría.

Y a partir de ese momento ya no cambió jamás de color. Sólo cuando dormía, en las profundidades del sueño, a veces Emodino parecía iluminarse y se podían ver en su piel todos los colores.

Seguramente recordaba en sus sueños la emocionante aventura que había vivido el día en que no quiso abrazar el consejo de una mariposa verdecita. 

Sin embargo, cada día al despertar comprobaba con satisfacción que el valle de la alegría serena era su nuevo hogar…

 Y colorín colorado… ¡Emodino se ha iluminado!

FIN

Autores: Miguel, David, Uriel, Elías y Aurora
Facilitador: Eduardo González (Aditya Namah)