Érase una vez un bosque recóndito situado justo en el centro de la comarca conocida como Las Tierras Profundas.
En el bosque
de Don José vivía un Hada a la que le encantaba la música por lo que siempre
llevaba consigo una flauta travesera.
En cuanto el
sol aparecía por entre las montañas nevadas la pequeña hada se entregaba a su
música. Cualquier motivo era suficiente para hacer sonar su preciosa flauta
plateada de la que surgían melodías primorosas: Si soplaba
el viento, el hada tocaba y tocaba hasta que amainase. Si se escuchaba el trino
de un pajarillo, la flauta de “Batutita” acompañaba su canto. Si croaba una
rana, la flauta sonaba hasta que se lanzase al agua. Si empezaba a lloviznar,
el hada danzaba y danzaba sin parar al ritmo de la música de su flauta hasta
que la lluvia cesara; y si una mariposa se posaba en la hierba, “Batutita” se ponía tan contenta que
apenas atinaba con el precioso
instrumento haciéndolo sonar a un ritmo virulento.
Pero un día
oscuro y gris como las nubes que se alzaban en el horizonte, mientras nuestra
pequeña hada oteaba desde lo alto de
un roble centenario, un rayo inmenso rasgó el cielo y asustó tanto a “Batutita” que la flauta cayó sin
remedio al lago encantado…
De repente, apareció una vieja bruja riendo con carcajadas siniestras. Era la bruja “Tururú”,
una bruja más fea que Picio con una
gran nariz de color azulado, los ojos rojos inyectados en sangre y varias
arañas colgando de su grasiento flequillo.
Aquel día lucía sus mejores atuendos:
un puntiagudo sombrero negro hecho de cartón sin reciclar, un vestido de paños
de cocina roídos y sucios, unos
zapatos de piel de sapo culebrón, un collar de cáscaras de nuez y cacahuete, y por si esto fuera poco, adornaba sus tremendas orejas con unos pendientes de
huesos de ratoncillo engarzados con
uñas de gato negro.
La mera
presencia de la bruja hacía que a cualquiera se le erizaran los cabellos.
La malvada bruja
Tururú había realizado mucho tiempo atrás un hechizo por el que el agua del estanque hacía que cualquier objeto
que se mojara en ella perdiera sus propiedades y cualidades más preciadas.
Así pues,
cuando el hada recuperó su flauta… ¡¡¡ NO SONABA!!!
“Batutita” ya no podía hacer sonar sus preciosas
melodías y no dejaba de sollozar día
y noche hasta que una buena mañana, cuando el sol saludaba en lo alto a todos
los animalillos del bosque de Don José, apareció junto a la rama del árbol donde ella vivía
un elfo manzanero junto a un pequeño colibrí, y entre ambos pusieron en marcha
un plan verbenero por el cual
rociaron el instrumento de polvos mágicos de manzana dorada proveniente del lejano País de Los Grandes
Tesoros de manera que la flauta no sólo recuperó su facultad de hacer música,
sino que además, cada vez que sonaba,
hacía que aquello que estuviera en la mente del hada, por arte de magia se
hiciera realidad.
A partir de
ese momento, “Batutita” se dedicó a hacer sonar su flauta día y noche mientras
el cielo se llenaba de flores y arcoíris durante el día y de estrellas de
colores durante la noche.
Y colorín,
colorado… la flauta de Batutita… ¡¡¡a sonar ha comenzado!!!
FIN
Autores: María, Aurora, Elías y Lucía
Facilitador: Eduardo
Unos cuentos fantásticos!!!!!!!
ResponderEliminarSon unos cuentos muy creativos y muy entretenidos!!!
ResponderEliminarSon unos cuentos muy creativos y muy entretenidos!!!
ResponderEliminarSon unos cuentos muy creativos y muy entretenidos!!!
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