* Este es un cuento original de El Timón Alado
LA
AVENTURA DE CATALINA Y SUS AMIGOS
Hace mucho, mucho tiempo… tanto como un par de miles de
esas secuencias de trescientos sesenta y cinco días que los humanos llaman años…
y algunos cientos más, que ocurrió esta extravagante pero fantástica
historia que vamos a narrar.
Todo ocurrió en el mar. Bueno, en realidad, en el
océano Atlántico, en el mar Mediterráneo y en algunas de sus islas.
Comienza nuestra historia en las postrimerías de
la lejana Antártida. Allí aconteció que un pequeño pingüino recién
nacido se alejó de sus progenitores siguiendo la estela de un
barco precioso cuyo timón contenía la imagen de un corazón en su eje.
El pequeño pingüino, al que llamaban Sol porque el astro rey se reflejaba en
su negro pelaje generando destellos multicolores, pronto se vio perdido.
Y así anduvo, perdido y temeroso por el océano, durante
días y días, buscando corrientes más cálidas. Como todos los pingüinos, Sol era un poco torpe, pero al mismo
tiempo era muy bondadoso y amable por lo que todos los pececillos, calamares,
estrellas de mar, e incluso sirenitas que hallaba a su paso decidían ayudarle
orientándole hacia algún archipiélago.
Finalmente divisó a lo lejos unas islas. Eran las islas Azores.
Y cuando se acercó a la orilla de una playa pudo
percibir como una aleta plateada se aproximaba hacia allí. Dio un respingo
al pensar que era un tiburón. Sin embargo, en seguida pudo comprobar aliviado
que en realidad se trataba de un delfín. Bueno, en este caso, un delfín hembra
que dijo llamarse Estrellita.
Sol
se alegró tanto de hallar compañía que pronto trabaron amistad. Justamente Estrellita,
muy vivaz ella, también se había perdido siguiendo la estela de un barco…
Unidos pues por el destino, pingüino y delfín, decidieron
recorrer las aguas del océano para cruzar lo que llamaban “El Gran Portal”. Al otro lado se hallaba el mar de todos los mares,
la increíble cuna de Civilizaciones: el mar Mediterráneo.
Jugueteando entre las olas pudieron finalmente divisar
las llamadas “Columnas de Hércules” que delimitaban el estrecho de
Gibraltar; y tras cruzarlas se dirigieron a las Islas Baleares recabando
finalmente en Menorca, en una de cuyas playas cercana al cabo de Caballería,
hallaron a una niña, que sentada en la arena y con las manos cubriéndose el
rostro lloriqueaba porque… ¡también se había perdido!
Catalina,
que así se llamaba, era una niña rubia, esbelta y guapa, pero la
cualidad que destacaba cualquiera que tuviese la suerte de conocerla era la de
su “olfato”… Catalina tenía una gran intuición.
Por ello se puso muy contenta con la llegada de sus
nuevos compañeros. Sabía que les aguardaban magníficas aventuras.
Tras una breve deliberación decidieron finalmente
aventurarse por el Mediterráneo en busca del llamado Rincón Mágico, que no era
otro que la emblemática ciudad de Delfos,
donde se hallaba el maravilloso Templo conocido como “el centro del Universo”.
La niña pudo navegar sobre el lomo de Estrellita que a su vez seguía la estela
de Sol, nuestro querido pingüino.
Llegaron pues hasta Delfos y una vez allí decidieron
buscar una palmera dorada, pues la sirenita que entabló conversación con
el pingüino cerca de Sicilia, le advirtió que tras dicha palmera se hallaban
grandes tesoros.
Finalmente, a los pies de unos montes puntiagudos, los Picos Brillantes, encontraron la
palmera. Se distinguía de los demás árboles porque al alcanzarle los rayos del
sol, la palmera se hacía fulgurante. Realmente parecía despedir fuego.
¡Era el lugar indicado!
Y justo detrás de la palmera se hallaba la Gruta
Secreta, en cuya entrada podía leerse una inscripción: “CONOCETE A TI
MISMO…”
Segura de sí misma y con ese olfato tan peculiar,
Catalina tuvo la certeza de estar a punto de adentrarse en el mayor de los
misterios, la certeza de hallar el tesoro de los tesoros.
Cogidos de las manos y las aletas, los tres amigos se
apresuraron a averiguar lo que escondía aquella mágica gruta…
Y colorín colorado… el final de este cuento… como
ocurre con todos los tesoros… se halla en tu interior, querido lector.
MORALEJA:
“La auténtica amistad, la amistad profunda, surge cuando se genera un vínculo
por compartir experiencias mágicas”
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