Nuestro legado

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No podemos seguir sosteniendo educativamente un modelo industrial basado en una concepción lineal y cuadriculada de la realidad, un modelo en el que un niño de cinco años es valorado como la mitad de uno de diez y en el que la evaluación se convierte casi exclusivamente en un proceso destinado a la clasificación de nuestros hijos con la única finalidad de convertirlos en técnicos de mantenimiento de un sistema que responde a un paradigma fracasado en su mismísima raíz por su carácter depredador y sustentador del conflicto como base de las relaciones, y realizando dicha clasificación en función de un rendimiento académico mesurado en base a criterios obsoletos que no tienen en cuenta un sinfín de parámetros nuevos que urge atender desde el Nuevo Paradigma emergente.

No podemos seguir sosteniendo un modelo que ofrece como soluciones reformas de las reformas mientras se incrementa “la carga” de las mochilas con más y más libros y que ofrece como espacios educativos los mismos espacios de hace más de cien años, las  “j-aulas” donde se hacina en pupitres a los niños volcándoles más y más conocimientos de todo tipo, pero que sin embargo no les sirven en última instancia para descubrirse a sí mismos, conocimientos que no son para el autoconocimiento.

Cuando educamos, si no es al ser humano que tenemos frente a nosotros… ¿A quién estamos sirviendo? A un sistema cada vez más robotizado e inhumano.

¿A dónde nos conduce ello?

 Las preguntas que como seres conscientes nos haríamos serían: ¿Quiénes somos ahora?, ¿Quiénes queremos ser?

Como educadores nos percatamos así de que todo pasa por un proceso transformacional personal e intransferible pero con un sentido, con un propósito de carácter universal.

Estamos aquí para dejar huella. Nuestro legado debe ser el de la Entrega incondicional. No puede ser de otro modo.

Eduquemos desde aquí. Es nuestra esencia.

E. Glez