LA ESPADA ENCANTADA (El Origen)
* Este es un cuento original de El Timón Alado
Érase
una vez, hace mucho, mucho tiempo; tanto que ni los más viejos de
entre los viejos podrían recordar, cuando los bosques frondosos
cubrían la actual Antártida millones de años atrás, ocurrió que
dos niños que habitaban en una de las escasas aldeas que por
aquellos lugares había, se extraviaron.
Los
niños se llamaban Gonzo y Lucy.
Se
habían perdido buscando un tesoro. Un par de días atrás se
encontraron con un mapa que había sido enterrado en las cercanías
de la desembocadura del río, muy cerca del Valle de los Pingüinos.
En
el mapa se señalaba una especie de cueva y en su interior se marcaba
una X junto a la palabra TESORO.
Por
supuesto, decidieron inmediatamente salir en su busca.
Con
la emoción del hallazgo no cayeron en la cuenta de que ninguno de
ellos sabía interpretar las señales que iba marcando el mapa, con
lo que al cabo de un par de horas de iniciar su aventura, vieron que
eran incapaces de reconocer dónde estaban. Se quedaron helados
-nunca mejor dicho, porque en la Antártida, incluso entonces, hacía
un frío de narices-
-¡Nos
hemos perdido!- exclamaron al unísono...
El
mapa había sido elaborado por un gnomo, utilizando los códigos y
señales para los propios gnomos, no para los humanos. No lo
comprendían.
Se
acercaron a un precioso manantial, que brotaba con viveza muy cerca
del río y bebieron con ganas. Estaban sedientos.
Fue
entonces, cuando al retirarse hacia un angosto sendero que nacía
detrás de unas rocas recubiertas de un musgo brillante, se toparon
con un ser muy especial.
Apareció
ante los ojos asombrados y curiosos de los niños un pequeño gnomo
que dijo llamarse Girdoeali.
Girdoeali,
por suerte no resultó ser uno de esos gnomos gruñones y
malhumorados que espantaban a las gentes con sus malos modales. Por
contra, este pequeño ser era de lo más simpático y cordial, de
modo que con espíritu servicial se dispuso de inmediato a ayudar a
Gonzo y Lucy.
Siguiendo
los códigos y señales interpretados por Girdoeali, quien daba
instrucciones muy precisas, pudieron sortear innumerables trampas y
llegar hasta una enorme piedra que recordaba la figura de un mono.
Justo allí, bajo aquella roca inmensa se abría un oscuro túnel.
Girdoeali
les dijo entonces que él no podía acompañarles. Tenía fobia a la
oscuridad, y en especial a las grutas, cavernas y túneles de
cualquier tamaño. Toda su valentía y arrojo durante el día,
desaparecía cuando se hallaba entre tinieblas.
Ello
se debía a una experiencia traumática de su primera infancia,
cuando al ir a visitar a su tío Pantoeali, por error, se introdujo
en la cueva del Dragón Negro. Al llegar al antro principal de
aquella caverna, iluminada apenas por las brasas de las narices del
dragón, en lugar de encontrarse con su tío se topetó con aquella
figura monstruosa. El susto que se llevó fue tan morrocotudo que aún
ahora, después de trescientos cincuenta y cinco años, a Girdoeali
le tiemblan las piernas con sólo recordarlo.
De
modo que los niños tuvieron que continuar solos. De todos modos,
supuestamente, aquél era el punto de destino. Justo en la Cueva del
Mono el mapa tenía marcada la misteriosa X. El tesoro, debía
hallarse pues en su interior.
Así
que Gonzo y Lucy se despidieron de Girdoeali con un fuerte abrazo, no
sin antes agradecerle su valiosa ayuda y se adentraron en la gruta
acompañados de una pequeña antorcha que alumbraba lo necesario para
vislumbrar entre las sombras las señales pintadas en las paredes del
túnel.
Siguieron
las flechas multicolores y finalmente se encontraron en una gran sala
decorada con signos de interrogación de colores que colgaban de la
bóveda.
Al
fondo de la sala, sobre unos enormes portalones de mármol pulido, un
gran letrero podía leerse:
“SÓLO
SI TRES VECES ACIERTAS, SE TE ABRIRÁN LAS PUERTAS”
Al
aproximarse los dos niños hacia allí, de repente apareció ante
ellos como por arte de magia una esbelta figura de aspecto jovial que
vestía con una túnica vaporosa de aspecto casi metálico repleta de
estrellas doradas.
El
extraño personaje se acercó y dijo ser el Mago Nilrem, Sumo
Sacerdote Intraterreno del Sur.
Dijo
que aquél que diera la respuesta correcta a los tres acertijos se
haría merecedor del Tesoro, al tiempo que lo liberaría a él de una
maldición que le impedía ir más allá del tiempo y el espacio y lo
forzaba a vivir encerrado en aquella Sala.
Se
dispusieron pues a resolver los enigmas que el propio Nilrem les
planteba:
1-
“Pronto se levanta
A
las doce su máxima potencia alcanza
Al
atardecer se esconde tras la manta”
-¡¡¡El
Sol!!!- contestó Gonzo de inmediato
2-
“Cuatro patas tiene
Pero
animal no es
No
podrás sentarte
Si
la pones al revés”
-¡¡¡La
Silla!!!- dijo
Lucy
3-
“Soy afilada,
metálica y brillante
Y
nombro Caballeros a aquellos
que
sus hombros me colocan delante”
Gonzo y Lucy se miraron sin
comprender. No sabían nada de historias de caballeros. Y en su aldea
no conocían el metal.
De repente, por una especie de
chimenea que se hallaba en uno de los rincones se escuchó una voz
que exclamaba:
-Excalibur,
la espada encantada-
-¡¡¡Exacto!!!- gritó con
alegría Nilrem.
-Para vosotros es el Gran Tesoro
con la condición de que me sea devuelto en unos cuantos miles de
años, cuando lo requiera para forjar el Reino en Inglaterra. A
partir de ahora ya podré viajar en el tiempo y el espacio y por fin
podré invertir mi nombre. Por fin me podrán llamar por mi verdadero
nombre: Merlín. Sí, Merlín el Encantador-
Milenios
más tarde, el cofre del tesoro, repleto de joyas preciosas y monedas
de oro, en un viaje lleno de aventuras que realizaron dos hermanos
descendientes de Gonzalo y Lucy alcanzó las costas de Inglaterra,
donde fue enterrado junto a la roca en que se clavaba la famosa
Excalibur, la espada mítica
del Rey Arturo. Gracias a ese tesoro se mantuvo la Corte del Rey y
sus Caballeros de la Tabla Redonda.
Y
colorín, colorado... La espada se ha encantado
Autores: Elías y Aurora
Facilitador: E. Glez